Incluso antes de nacer, incluso, antes de existir los medios de transporte, mi medio preferido fue el tren. A pesar de eso, en mi infancia recuerdo haber montado en el tren de la bruja algunas veces, pero pocas, en uno de verdad.
A día de hoy suelo usar el metro. Al punto de la mañana la estación se encuentra tan intacta que huele a limpio, los pasajeros, taciturnos, recorren sus pasillos inconscientemente inmersos en sus pensamientos, llegar y encontrar un asiento libre es señal de que el día te irá mejor de lo que esperas.
Hay un tipo de personas, que llegan al vagón con un bolso y una fiambrera, ahora llamada tupper, o su variante bolsa de papel con un bocadillo dentro. Una gran mayoría pasan el viaje escuchando música o jugando con el Iphone, tablet u iPad. Algunos leen libros y otros no hacen nada.
Vieja Estación de Ferrocarril Osma-La Rasa (Soria) |
Los adolescentes fotografían a los tí@s buen@s que se sientan frente a ellos. También está la víctima del invierno, que no para de estornudar y sonarse la nariz. Las señoras mayores sonríen cuando ven un niño pequeño, acaban preguntándole su nombre y su edad, mientras tú, tienes una imagen cercana de su trasero, que ves como se aproxima a ti.
Otro tipo de personas son equilibristas, se sitúan en tierra de nadie, sorprendentemente su cuerpo se mueve de un lado a otro con el vaivén del metro, pero sus pies, en pocas ocasiones se despegan del suelo y cuando lo hacen, es de manera muy brusca, inesperada. Al contrario, muchos jóvenes, acostumbran a sentarse en el suelo. Los tímidos agachan la cabeza, los colgados te miran fijamente una y otra vez, te retan a un duelo de miradas y te verás introducido en una conversación absurda e innecesaria.
Algunas personas aprovechan para echar una cabezadita y curiosamente se despiertan en su parada. Tienen un don. Que decir de aquellos abuelos refunfuñones, que bajan la cabeza cuando algún artista alternativo se entona una canción a capela y a continuación, pide una limosna.
El perdido, es aquel pasajero que no sabe donde va, se acerca tímidamente a los planos mientras frunce el ceño, y algún alma generosa y atenta, le ayuda a encontrar su destino.
Para finalizar, no puedo olvidarme de quienes entran al vagón hablando por teléfono, usan un tono de voz demasiado elevado y mantienen conversaciones con las que se sienten envidiables por el resto de seres. No nos da envidia tu I-phone, ni tu ropa de Armani, ni tu perfume de Chanel, ni que te vayan a pagar el doble en el trabajo, ni que aún no contentos con eso te vayan a dar dos días de vacaciones, porque dinos de que presumes y ...
tienes toda la razón jejeje
ResponderEliminarGran reflejo de la realidad. :)
ResponderEliminargenial narración, y genial fotografía también, enhorabuena a la autora de este blog, se ha convertido, por casualidades de la vida, en una de las primeras páginas de referencia para escribir. Mucha suerte!
ResponderEliminargracias!!!
ResponderEliminar