lunes, 27 de mayo de 2013

CARPE DIEM


Los recuerdos de la infancia son lo mejor que podemos tener. 
Personalmente, soy el tópico que puede afirmar que no la cambiaría por ninguna otra. 
No tuve una gran cantidad de juguetes, ni  libros, ni ropa, ni antojos (casi todo era herencia de hermanos, primos y amigos), ni nos íbamos de vacaciones cada año a conocer mundo, pero no nos faltaba de nada y nunca lo echamos en falta.

Tengo muy buenos recuerdos de los inviernos, pero mejor aún de los veranos. 
Vivía en "Los Camineros", en el parque de Obras Públicas de El Burgo de Osma (Soria), mis amigos eran mis vecinos, íbamos a buscarnos a casa y preguntábamos: ¿sales? 
Podría resumirlo en Leti, Miriam y Edu. Sobre todo Edu, pasábamos muuchas horas juntos ...

Jugábamos en la calle, en nuestro barrio de ladrillos rojos, hoy en día abandonado a manos de la Junta de Castilla y León.    
                                                                                            Stop-motion autobiográfico                                                

En invierno, si llovía, nevaba o hacía viento nos daba igual, para eso estaban los abrigos, gorros, guantes y las ganas de pasar frío. 

Algunas noches, echábamos cubos de agua caliente en las aceras y al día siguiente, teníamos una gran pista de patinaje para llenarnos el cuerpo de moratones. 
Para los golpes, nos conformábamos con un poquito de mercromina y para las heridas de la boca, con un líquido morado que te teñía la lengua. 
Construíamos cabañas, algunas de cartón, otras de ladrillo, todas ellas marcaron época en nosotros y acabaron ardiendo o destrozadas.                       
Si llovía mucho, podíamos jugar a pasar por debajo de las canales y llegar a casa chorreando agua o refugiarnos mientras inspeccionábamos algún lugar nuevo. Otra opción, era jugar con la tierra y el barro construyendo embalses, ir a coger caracoles, lombrices, culebras e incluso escuerzos y sapos asquerosos.

El verano, sin colegio, parecía durar un año. El barrio se llenaba de niños que venían a casa de los abuelos y dedicábamos el tiempo a nuestros juegos favoritos; el bote, el paredón, las vidas, el calderón, el pichi, los días de la semana, policía y ladrón, los circuitos (con señales y carnets de lo más variopintos) la bici, ir al río, a las huertas, al puente de hojalata y un largo etcétera.

Celebrábamos el cumple del perro metidos en su caseta y recuerdo una noche, que vimos una lluvia de escarabajos negros, no paraban de caer más y más, todo el suelo se empezó a llenar de bichos y tuvimos que matar a lo “Hans” (pisotón y giro) a algunos de ellos. 
Otra noche estando en la cabaña tuvimos hacer nuestras necesidades encima de una revista y meterlo debajo del felpudo de una vecina, al día siguiente ... También enterrábamos pájaros en chichotas que caían de los nidos en jardineras ajenas y crecían unas plantas enormes pero olía fatal...
Seguro que alguien más lo recuerda ;)

Los niños de hoy en día no son tan niños, un niño tiene mucho tiempo libre, un niño no se aburre, un niño juega en la calle, un niño hace amiguitos por donde va y sobre todo, hace cosas de niños. Vale ya de playstation, películas, whassap y juegos de mierda para el móvil… ¡dejemos a los niños ser niños!

¡Carpe Diem! 


miércoles, 22 de mayo de 2013

PUEBLO, PUEBLO Y PUEBLO


Mi padre es de pueblo, mi madre es de pueblo y yo soy de pueblo.
Hay una gran diferencia en cada uno de ellos, sus habitantes. El de mi padre está deshabitado desde hace más de 20 años, en el de mi madre viven unas 50 personas y en el que residen se encuentran censadas unas 5 000 personas. 
En ellos tenemos nuestras raíces, vivencias, recuerdos y experiencias. La mayoría nos sentimos orgullosos, lo vemos como el mejor lugar del mundo, lo defendemos a muerte, incluso cuando no llevamos razón ...

Lo típico es llegar y ver a los abuelitos sentados en la puerta de casa, en el poyo, conversando con los vecinos. Al acercarte, rápidamente y sin quitarte ojo te preguntan: 
-¿tú de quién eres? 
(y sin contestar algún otro dice) 
-yo ya sé quién es, le sacado por las orejas, este es el hijo del Fulano. 

Otra cosa que me encanta es que todos, absolutamente todos, tienen mote, cada familia se ha apropiado de un apodo que va pasando de generación en generación, “los Pajaritos”, “los Cadetes”, “los Jorges” etc.

Además, hay excelentes carnes, huevos, setas, verduras etc, todo viene de la tierra y de las granjas, todo “mucho bueno”, y ya si hablamos de bebidas, los mejores vinos y licores, sobre todo el pacharán casero, pero lo mejor de todo es la sabiduría que tienen, son gente muy precavida, ahorradora y apañada, la vida les ha enseñado a ser así, sin vicios o con vicios menores, que han trabajado duro “desde que les salieron los dientes”, y no conocen de préstamos de bancos, ni de tarjetas, ni de discotecas, eso en su mentalidad no entra.

Para acabar, no dejéis de ver una entrevista a dos abuelitos de un pueblo de Soria, no tiene desperdicio.



martes, 14 de mayo de 2013

HUELE A MARRÓN


En la vida existen dos tipos de personas, las que alguna vez han pisado una mierda y las que no. 
Es una situación brutalmente asquerosa.
Una vez en el zoo de Buenos Aires, hubo una pelea entre líderes sindicales. Un comisario, al haber perdido su pistola, lanzó su bota llena de mierda a los enemigos y éstos desaparecieron cagando leches.


Al salir, indicó a los periodistas que “todo fue por pisar mierda” y éstos comenzaron a decir que pisar mierda era algo bueno.

Si es así, podemos considerarnos unos afortunados. Caminamos por el campo con chanclas, nos tumbamos por cualquier sitio y encima, una gran mayoría tenemos pueblo, (superficie llena de mierda de todo tipo de animal, ya sean mamíferos, vivíparos, velociraptor ...) 

Paseamos a nuestras mascotas para que hagan sus necesidades, y si nadie nos mira, lo dejamos ahí, prescindiendo del contacto con la bolsa verde de plástico y evitando el calor que desprende al rozarlo con los dedos de la mano. Es abono o alguien lo pisará, es el destino, es algo bueno.

Llevar encima un trébol de 4 hojas, una herradura, un complemento de ropa nuevo, tirar monedas a una fuente, frotar la joroba de un jorobado, cruzar los dedos, tocar madera o llevar una pata de conejo, también son buen presagio, aunque, si la suerte no está de nuestro lado por  ser un gafe, un soplagaitas y un cenizo, seguramente la tostada caerá por el lado de la mantequilla, llegarás al teléfono justo a tiempo para oír como cuelgan y cuando te enciendas un cigarro aparecerá el camarero con la comida.

Para encontrar un buen destino hay que ser audaz, aprovechar las oportunidades, darse cuenta de las situaciones beneficiosas, ser prudente y reflexionar antes de tomar una decisión importante, porque, en la vida las oportunidades pasan rápido, si no corres ningún riesgo te apegas a lo conocido, te lo piensas demasiado antes de actuar y es posible que cuando quieras reaccionar… haya pasado tu momento.

Que la mierda os acompañe.